COCOMAUNGUÍA

Comunidad de El Roto Foto de Natalia Bucanumenth (permiso pendiente)

COCOMAUNGUÍA es el Consejo Comunitario Mayor del Bajo Atrato. A partir de 1993, los Consejos Comunitarios han sido las formas de organización territorial de las comunidades negras rurales de Colombia. Fue en ese momento que estas comunidades lograron el reconocimiento de los derechos a la propiedad colectiva de sus tierras. Diez años después, COCOMAUNGUIA logró la titulación colectiva de 34.736 hectáreas en los municipios de Unguía y Turbo.

Los primeros pobladores del territorio llegaron en la década de 1950 por el río Atrato y por el golfo, provenientes otras zonas del Chocó y del Urabá. Conformaron seis comunidades; a orillas de las ciénagas de Tumaradó, Marriaga y Ungía se fundaron cuatro comunidades de pescadores. Luego de que en 1942 se abriera manualmente el canal Palo Blanco que une la Ciénaga de Unguía con el río Atrato, hombres y mujeres llegaron con sus trasmallos en busca de buenos lugares para pescar; fueron construyendo sus casas de madera en palafitos sobre las zonas de manglar y fundaron las comunidades de Tumaradó, el Roto, Marriaga y el Puerto. Las otras dos comunidades, Ticoré y Tarena fueron fundadas por familias que se dedicaron a la agricultura, la ganadería y al desarrollo del conocimiento ancestral de las plantas medicinales. En Tarena, a orillas del océano atlántico, los pobladores también realizan faenas de pesca en el mar.

Inicialmente estas comunidades estaban organizadas en juntas de acción comunal, pero con el proceso de titulación, que comenzó con la comunidad de Marriaga, se dio la discusión sobre la necesidad de agrupar las comunidades bajo un solo concejo comunitario mayor. El grupo inicial lo integraban las comunidades de Marriaga, Tumaradó y el Roto, posteriormente se vinculó Tarena, y por último, en una reunión sobre ley 70 en la cabecera municipal se vincularon El Puerto y Ticoré. El título colectivo conforma un importante corredor en la franja oriental de Unguía, que abarca las principales zonas de manglar y ciénegas del municipio, y va de sur a norte hasta el mar, con parte de su territorio en el municipio de Turbo.

En el Bajo Atrato, el proceso de titulación colectiva de comunidades negras cambió las formas de propiedad de la tierra en la región. En muchos casos, como Curvaradó, Jiguamiandó y Cacarica, los títulos colectivos fueron mecanismos de protección jurídica de los territorios frente al proyecto de usurpación y control territorial de los paramilitares en la región.

Igual que muchos consejos comunitarios de la región, COCOMAUNGUIA se conformó y tituló sus tierras durante el período más álgido del conflicto armado en el Bajo Atrato, entre 1995 y 2006. Apoyados por la diócesis de Apartadó, estas comunidades lucharon por permanecer en el territorio: se recuerda al padre Bernardino, quien apoyó en la creación de grupos de jóvenes en Marriaga que mantuvieron las prácticas de la pesca en medio del conflicto. En Gilgal, al interior del municipio, otros grupos de jóvenes mestizos, incentivados por el padre, mantuvieron alguna producción agrícola y activaron formas de intercambio con los jóvenes pescadores de Marriaga. La muerte accidental del Padre Bernardino desarticuló estos procesos puesto que resultaba fundamental el respaldo de la Diócesis de Apartadó para logar algo de movilidad entre comunidades en medio de los hostigamientos. A pesar de esto, la comunidad del Puerto logró resistir solo con desplazamientos cortos, al igual que Tarena. Tumaradó y Ticoré si tuvieron que desplazarse, casi en su totalidad, y luego intentar hacer procesos de retorno. (Entrevista a Rafael Cuesta, Unguía, 5/6/2019)

Para COCOMAUNGUIA el proceso de titular las tierras ha estado fuertemente sustentado en un proceso de rescate de la cultura propia y de las formas tradicionales de vida y de relación sustentable con el entorno natural. Es en este proceso de titular colectivamente las tierras en medio del conflicto que nace la idea de volver a celebrar el Festival Cultural del Bocachico en Tumaradó para fortalecer la cultura y las costumbres que se estaban perdiendo con el conflicto. Esto incluía expresiones como la danza, el canto y el teatro, como también las prácticas productivas tradicionales: la pesca con trasmallo, el cultivo en azoteas, el navegar a canalete, y sobre todo la costumbre cotidiana de reunirse entre comunidades distantes para compartir y festejar.

Una vez organizados como Consejo Comunitario, estas seis comunidades han adelantado proyectos para el manejo sostenible de las ciénagas y programas coordinados de manera conjunta con el Parque Nacional Natural los Katíos. En 2014 crearon el Distrito Regional de Manejo Integrado Lago Azul – Los Manaties que plantea la conservación de las especies de flora y fauna que existen en las ciénagas de Unguía, enfatizando el importante papel que juegan las comunidades y de sus prácticas tradicionales en el manejo adecuado de estos ecosistemas.