En la conmemoración del primer aniversario de la masacre de Bojayá, en mayo de 2003, se presenta la obra de teatro Los muertos hablan. Esta es la primera obra creada como parte de un importante proceso teatral que vincula a jóvenes de varios municipios del Atrato. Para los sobrevivientes de este hecho, una de las escenas de esta obra representó la posibilidad de comunicarse simbólicamente con las personas que perdieron y darle visibilidad a los hechos de los cuales fueron víctimas. En esa escena actrices y actores, que hicieron parte de la creación colectiva de la obra, escribieron cartas que fueron leídas ante el público. Estas cartas estaban dirigidas a cada uno de sus familiares, amigos y vecinos que murieron, diciéndoles cómo les recordaban y expresando el dolor que les generaba su pérdida. Les pedían fuerza para resistir a su ausencia con la esperanza de que estos hechos no se volvieran a presentar. Estas cartas, como recurso narrativo, les permite a los vivos, comunicarse con sus ancestros y mantener viva la conexión con quienes perdieron de manera física.
Este intercambio epistolar escénico donde difuntos y sobrevivientes se comunican, reaparece en Honrar a los sagrados espíritus, la más reciente obra de teatro, presentada el 17 de noviembre de 2019, cuando las comunidades de Bojayá se disponen para realizar los ritos fúnebres de esas víctimas del 2 de mayo de 2002, 17 años después. En Honrar los Sagrados Espíritus, la carta surge nuevamente, sin embargo, es bastante significativa la manera en la que este dispositivo escénico se transforma. En esta nueva creación colectiva, es una única carta la que permite continuar esta comunicación entre vivos y muertos. Aquí, de manera unificada, son los difuntos los que le escriben a sus sobrevivientes, como una respuesta a esas cartas enviadas hace dieciséis años:
“Carta! carta! carta! de los difuntos a los sobrevivientes, vengan! vengan! escuchen este mensaje, quieren escuchar el mensaje de los difuntos a los sobrevivientes? dice así: Carta de los difuntos a los sobrevivientes, queridos sobrevivientes, queremos agradecerles por la valentía que han tenido durante estos diecisiete años de lucha, desde el cielo hemos estado con ustedes en cada una de ellas, apoyándolos y acompañándolos con la firme convicción de que juntos forjaremos un mañana mejor para nuestros niños y niñas. Sabemos que aún falta mucho para lograr una vida digna, falta la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición. Nos hubiera gustado seguir compartiendo con ustedes, correr bajo la lluvia, contar historias a la luz de una fogata y caminar por los campos. A nuestros familiares que nunca nos hemos ido, estamos con ellos en cada uno de sus pasos, cuidándolos y amando con todo nuestro corazón. por eso desde la distancia los abrazamos, con el alma, solo queda decirles que no desfallezcan en la lucha por nuestro territorio y así conseguir la paz que tanto anhelamos. Sin más, se despiden, los difuntos hacia los sobrevivientes.”
Los actores creadores de la obra hablan sobre el significado de esta carta:
“Ellos nos agradecen a nosotros el trabajo que hemos venido haciendo, la carta en sí es un poco como agradecer esa labor que se han realizado los del Comité, nos abarca a todos pero también es un agradecimiento a ellos que han luchado incansablemente para que nosotros podamos vivir mejor, para que nuestros muertos tengan un entierro digno, para que las familias puedan cerrar ese ciclo, puedan cerrar ese duelo como lo tenían que haber hecho desde el principio, y que ahora, gracias a esa labor se puede hacer y que la comunidad está contenta con eso, y también sabemos que ellos desde el más allá también lo están, porque de una u otra forma están viendo que ese es el entierro que ellos se merecen”.
(José Luis Murillo, 16 de noviembre de 2019).
Estas dos obras, separadas por dieciséis años, están profundamente conectadas, pues ambas representan la fuerte conexión que en esta cultura existe entre la vida y la muerte. En sus cartas, se hace referencia a estar juntos, vivos y muertos. Traen al escenario las voces de quienes fueron silenciados y que ya no están físicamente, pero con los que permanece una profunda relación. Este intercambio de cartas en escena funciona como dispositivo de memoria para la comunidad, donde las obras y procesos artísticos se transforman en conmemoraciones, homenajes y despedidas a los difuntos.