Canto de alabaos

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“Para cantar un alabado en el Atrato hay que
poner o responder el canto, hay que poner la
fuerza para acompañar a los dolientes de quien
se fue, vibrar con otros y conectar las almas de
los vivos y los muertos.”
Quiceno Toro, Natalia, et al. “Cantadoras: cuidar el buen morir y vivir en Bojayá.” (Universidad de Antioquia, 2019, p. 7)

 

Los alabaos son cantos que hacen parte de los rituales mortuorios propios de los pueblos afro del Pacífico colombiano. Estos cantos son “herederos de los cantos romances apropiados en los cabildos por las personas esclavizadas, los cuales expresan el dolor y celebran la muerte como liberación”*. Tradicionalmente, giran en torno a la persona fallecida para generarle un espacio de transición entre la vida y la muerte, pero sobre todo son cantos que se viven en colectivo, se entonan, se responden y se conectan así con toda la comunidad que despide a un ser querido que se transforma en ancestro o ancestra. Estos cantos han sido transmitidos de generación en generación, principalmente por las mujeres, preservando así el legado cultural de la región; entonar los alabados permite aliviar el dolor que deja la pérdida de los seres queridos, expresando la profunda conexión que en esta cultura existe entre la vida y la muerte.
Como práctica ancestral, los alabaos se entonan durante los velorios y las novenas; las nueve noches que siguen al entierro, donde se reza y se canta, se comparten alimentos y bebidas tradicionales. Así, los alabaos hacen parte de un complejo entramado de prácticas culturales de esta región, que siguen vigentes y se actualizan constantemente con el cambio de los tiempos.
“La voz de esta cultura es fuerza y poder porque se hace colectiva para cantar ante los muertos de la comunidad transformados en ancestros; es grito de esperanza ante el “angelito” que nace frente al cadáver de un niño; es denuncia social ante la precariedad y el abandono estatal, y fuerza viva de conocimiento ante la sabiduría popular para manejar los recursos que el territorio selvático les ofrece; es grito rebelde ante el desplazamiento forzado y la masacre humana y ecológica que deja la guerra…”**
A través de los alabaos también se narran las cotidianidades de los pueblos y la vida en el río. En los últimos años, esta práctica ha posibilitado a cantadoras y rezanderos contar las historias de dolor y violencia que han acaecido en la comunidad durante la historia del conflicto en el país. Luz Marina “La Negra”, cantadora del grupo Las Musas de Pogue, narra como el asesinato del párroco Jorge Luis Mazo en 1997, impulsa la transformación de estos cantos como forma de acción política, de denuncia y resistencia. Otro hecho determinante para la resignificación de estos cantos, fue la masacre ocurrida en 2002 en Bellavista, este evento motivó la construcción de alabaos que narran los hechos de aquel 2 de mayo como conmemoración a quienes murieron ese día y como forma de darle visibilidad a tal acontecimiento. Así lo describe Luz Marina “los cantos nos han servido como un arma para resistir, ha sido como el arma que hemos encontrado para resistirle a la violencia”.
En la conmemoración de la entrega final, los alabaos le permitieron a los dolientes de los hechos del 2 de mayo, además de realizar el ritual de despedida tradicional a los cuerpos que fueron exhumados, expresar el dolor que aún sienten por todos los hechos violentos de los que como pueblo han sido víctimas y hacer un llamado a grupos armados y al Estado por las garantías de reparación y no repetición.

* Carrillo, Maria Fernanda.

** Gómez, Claudia; Tobón, Alejandro. 2009. Arropame, que tengo frío. Romances del medio Atrato. Municipio de Medellín, Secretaría de Cultura Ciudadana. Esta obra fue realizada con el apoyo del municipio de Medellín, Secretaría de cultura ciudadana, VI Convovatoria Becas para la Creación y la Investigación, 2009.