“uno cantando va, si ta uno estresao uno se desestresa, va cantando uno y entonces uno siente la alegría que va uno cantando, no va uno acordándose de nada en esos momentos, sino de la sola alegría” (María Natividad Caicedo)
Es como un “éxtasis” (Bryan), como estar “drogado” (Pepe), es una “emoción” (Silvia). Esto es lo que se siente al cantar y tocar las músicas tradicionales. “La música entra por los pies, y de ahí para arriba comienza una explosión” dice Genaro Torres. A la hora de tocar se involucra todos los sentidos.
Ojos cerrados, ojos bien abiertos; a través de los ojos se comunican con los demás y consigo mismo. Se buscan con los ojos, se encuentran en la mirada que les dice si se esta siguiendo el ritmo o no. Se escuchan con el oido, se conectan con los ojos, se encuentran en la mirada que les cuenta si se está siguiendo el ritmo o no. Tocan los unos para los otros, frente a frente en un acto ritual y ‘espiritual’. Tocar, o mas bien llevar la música, involucra todo el cuerpo.
“el cununo se conecta conmigo y empiezo a emocionarme y empiezo a tocar demasiado bien” (Camilo)
La música y bailar en general proporciona tranquilidad, hace olvidarse de todo; bailar juntos, cantar y tocar juntos, marcando y emitiendo sonidos al son de bombos, cununos, marimbas o guasas. El poder de la música, la corporalidad, de bailar juntos, “pegaito” o en medio de la energía que produce los cuerpos al tocar.
Se enseña con los oídos y los ojos, ‘oyendo’, ‘siguiendo el ritmo’, ‘soltando las manos’ insiste Pacho Torres, para poder tocar. A punta de sonidos e imitación se aprende. Siguiendo el ritmo, oyendo, repitiendo.
“uno observa unos gestos, unas formas, que ellas [las entonadoras] hacen unas expresiones tanto en la boca, faciales, como en la forma de tocar los guasa, que es lo que les da digamos la contextualización para hacer bajón, chureo, entonación.” (Boris)